viernes, 18 de diciembre de 2020

Corazón que ríe, corazón que llora

La escritora Maryse Condé es antillana, nacida en Pointe-à-Pitre, capital del archipiélago de Guadalupe en el año 1937. Premio Nobel alternativo en 2018, fecunda en experiencias, comprometida con las luchas de liberación coloniales y de extensa obra literaria. 

La primera vez que escuché hablar de Maryse Condé fue en un podcast de Literatura muy recomendable: La milana bonita donde encontrarás una reseña de esta interesante autora mucho más completa, merece la pena. Presté bastante atención porque mi sobrina Violeta vive desde hace tiempo en Guadalupe y también por el desconocimiento de esta autora

Viajera desde su infancia  a París en compañía de su familia donde más tarde realizará sus estudios universitarios. Madre de cuatro hijos ha sido profesora en universidades de varios países africanos, europeos y americanos.

Corazón que ríe, corazón que llora lleva a continuación del título la siguiente aclaración: cuentos verdaderos de mi infancia. Y así resulta ser, la obra se compone de relatos de la infancia de la autora donde están presentes su madre, hermanas y hermanos, criadas, amig@s, parientes, vecin@s etc. Vemos su casa y su calle, escuchamos el estruendo de las fiestas, asistimos a misa, viajamos  y experimentamos todo ello de la mano de una niña que a veces se me antojaba que se parecía mucho a mí. 

Encuentro en esta obra esa pureza y desnudez de lo que yo considero que es buena literatura por su autenticidad lejos de artificios y trampas. Hay momentos que Maryse Condé me emocionaba con su propia emoción, por ejemplo cuando dice que va a describir a su madre, en ese momento pensé que era algo que le había costado mucho hacerlo pero que había encontrado finalmente el modo y tenido la valentía de hacerlo. 

Es de una escritura sincera y sentida con la que podemos identificarnos y también aproximarnos a una escritora tan valiosa y desconocida.

lunes, 31 de agosto de 2020

Las uvas de la ira. Su imagen en el cine

Las uvas de la ira

Acabé su lectura el domingo 5 de agosto de 2018 en El Sortín y por la noche vimos la película que tiene escenas memorables con Henry Fonda como protagonista en el papel de Tom Joad aunque por su altura y su porte elegante cueste creer que se trate de un tosco agricultor de Oklahoma.
En la novela todo se integra y armoniza. Tom sale de la cárcel donde ha estado recluido cuatro años por homicidio (en defensa propia) y se dispone a volver a su casa de familia extensa compuesta por los abuelos, padres, un hermano mayor algo retrasado, Noah, Al, el joven inquieto que se ha responsabilizado de comprar el camión que llevará a la familia a California, Rose of Sharon o Rosharn a la que encontrará recién casada y los pequeños.
Tom encontrará por el camino a un antiguo predicador, Jim Casy, que lo acompaña hasta su casa, pero su familia ya no está allí, la pobre y pequeña casa de madera está a punto de desaparecer definitivamente destruida por el tractor que rotura las tierras y hace todas las labores que antes eran la vida de familias como los Joad.
La Compañía, el Banco, el Monstruo, algo sin nombre ni cara. ¿A quien disparar con mi fusil? se pregunta un solo y desolado Muley que permanece pese a todo en esas tierras que ya trabajaron sus abuelos solo que ahora es un fuera de la ley, un perseguido, un medio salvaje que vive de la caza y se oculta en cuevas. Muley les dice que su familia está en casa del tío John preparándose para el éxodo a California.
En un camión tuneado cargan colchones, camas, barriles de comida, ollas, agua, ropas, algunos recuerdos, mantas, el perro y poco más. Todo lo demás (caballo, carro, arado, herramientas y enseres se ha vendido por unos pocos dólares para la gasolina y el viaje de trece personas que se acomodan como pueden en esa casa rodante por las carreteras llenas de familias en la misma situación de pobreza y desamparo.
Su esperanza estriba en el trabajo que les espera en California recogiendo fruta, imaginan la abundancia de melocotones, naranjas, uvas y la casita blanca en la que vivirán. Son muchas manos para trabajar y llevan unos papeles en los que se piden trabajadores.
El camino va anticipándoles la realidad a través de gentes como ellos que vienen de vuelta y les hablan en la noches del campamento de que apenas hay trabajo para una pequeña parte de los que se desplazan a California encontrando solo desprecio y hambre.
Son los años de la Depresión.
En medio del infortunio, la madre Joad (creo que no le asigna nombre el autor), es la madre, un prodigio de amor, fe y esperanza en los suyos. Sin desfallecer a pesar del cansancio, de las dificultades, de los abandonos, de las muertes. Ella sabe quien es y quienes son los suyos.
El final de la novela es una muestra suprema de ternura y compasión que solamente una mujer podría hacer. 

Novelas cortas

Cuatro novelas cortas reunidas en un solo tomo

  • Mi hermana Antonia de Ramón Mª del Valle Inclán
  • Los pies y los zapatos de Enriqueta de Gabriel Miró
  • Luz de domingo de Ramón Pérez de Ayala
  • Leopoldo y Teresa de Ramón Gómez de la Serna
Los relatos, cuentos o novelas cortas que no tienen una denominación fijada en castellano y como tal pueden denominarse de varias formas, me proporcionan imágenes, visiones de mundos que no son el mío. Ese poder de la Literatura de sacarte de tus casillas, por así decirlo, me encanta y me embruja.

Montilla. El Sortín.
Julio 2019